sábado, 29 de marzo de 2014

EL CARTERO SIEMPRE LLAMA DOS VECES, James M. Cain

                       
“La tomé en mis brazos y aplasté mis labios contra los suyos...
―¡Muérdeme! ¡Muérdeme!
La mordí. Hundí tan profundamente mis dientes en sus labios, que sentí su sangre en mi boca. Cuando la llevé arriba, dos hilillos rojos corrían por su cuello.”
                                 (El cartero siempre llama dos veces, James M. Cain).

     El cartero siempre llama dos veces, (publicada en 1934), fue la segunda obra del periodista, guionista y escritor estadounidense James Mallahan Cain (1892-1977). La violencia, impregnada con grandes dosis de sensualidad, pasiones desatadas, remordimientos, la intervención de la femme fatale, que corrompe y conduce al hombre a un final dramático..., son ingredientes que encontramos en sus obras y, por supuesto, también en esta.

   La temática sexual, en una época de represión, y no solo moral, hizo que “El cartero...” fuera censurada en varios estados del país. Sin embargo, pronto alcanzó gran éxito y fue llevada al cine, primero en el año 1946 con Lana Turner en el papel de Cora y de John Garfield, en el de Frank Chambers, el protagonista. Aunque hubo una magnífica versión posterior, en el año 1981, con Jessica Lange y Jack Nicholson (con una celebrada escena de sexo sobre la mesa de la cocina), yo me quedo con la primera versión, quizás porque se funden en ella mis recuerdos de juventud, cuando una sensual e irresistible Lana Turner vestida de blanco envenena la mente de un rudo John Garfields, y lleva a ambos a la perdición.

     La novela, muy breve, de poco más de cien páginas, está escrita en primera persona y transcurre en los años 30, durante la Gran Depresión: Frank Chambers, un apuesto joven que vaga sin rumbo fijo, recala en una venta de carretera regentada por el viejo Nick y su joven e infeliz esposa Cora. Desde el primer momento, Cora y el recién llegado se sienten atraídos de forma irresistible, tanto como el lector de la novela, que cae atrapado en la trama urdida por Cain.

     Con un estilo ágil, diálogos rápidos y vibrantes, sin apenas descripciones que ralenticen la historia, el autor nos va introduciendo en una obsesiva atmósfera de suspense de la que apenas vislumbramos su inquietante final:

―¿Y ahora que hacemos, Frank?
―Ahora tenemos que ir adelante, Cora; tienes que hacerte fuerte. ¿Estás segura de que podrás aguantar?
―Después de esto puedo aguantar todo.
―La policía te va a tener a mal traer. Tratarán de amilanarte. ¿Crees que podrás hacerles frente?
―Creo que sí.
―Tal vez te endilguen algún cargo. No creo que puedan con todos esos testigos que tenemos, pero a lo mejor lo hacen y te pasas un año en la cárcel por homicidio por imprudencia. No quiero que te hagas ilusiones. ¿Crees que podrás soportarlo?
―Siempre que al salir te encuentre esperándome...

     De la extrema brevedad de las descripciones físicas, pongo como muestra la que el narrador, Franck Chambers, hace de Cora, en las primeras páginas:

“Entonces la vi. Hasta ese momento había estado en la cocina pero entró en el comedor para recoger la mesa. Salvo su cuerpo, en verdad no era ninguna belleza arrebatadora, pero tenía una mirada hosca y los labios salidos de un modo que me dieron ganas de aplastárselos con los míos.”

     ¡El retrato, pues, lo deja el autor en manos del lector, que ha de imaginar al personaje! En páginas posteriores, Cain continúa dando pequeñas pinceladas, apenas nada:

“A ella le dieron un traje de baño amarillo y un gorrito rojo, y cuando salió de la casilla casi no la conocí. Parecía una cría. Era en realidad la primera vez que veía lo joven que era.”

     Unas treinta novelas de Cain fueron llevadas al cine, las más conocidas: Mildred Pierce (1941), Double Imdemnity (con el título de Pacto de sangre) (1943) y La mariposa (1947). Pero ninguna de ellas alcanzó la fama, ni en papel, ni en celuloide, de El cartero siempre llama dos veces, considerada como una de las obras cumbres del género negro, junto con El halcón maltés, de Hammett o El sueño eterno, de Chandler. 


miércoles, 5 de marzo de 2014

Nuevas plataformas digitales publican El ángel negro.


Las prestigiosas plataformas digitales Fnac y Movistar de Telefónica,acaban también de publicar en formato ebook El ángel negro. A continuación se indican los enlaces de todas las plataformas:

ReadOntime: 
http://www.readontime.com/ISBN=9788490507049

Librería del diario EL MUNDO:
http://libros.elmundo.es/detalle.aspx?lang=es&isbn=9788490507049

Todoebook:
http://www.todoebook.com/EL-ANGEL-NEGRO-JOSE-MANUEL-PORTERO-CIRCULO-ROJO-LibroEbook-ES-SPB0253407.html

Ebook. Fnac:
http://ebooks.fnac.es/buscar-ebooks-por/el%20%C3%A1ngel%20negro/el-angel-negro-jose-manuel-portero-9788490507049

Telefónica-Movistar:
https://ebooks.movistar.com.ar/79650_El-%C3%A1ngel-negro.html

RAYMOND CHANDLER, CREADOR DE PHILIP MARLOWE


                                           ―¿Le hice daño en la cabeza pregunta Philip Marlowe. Y ella responde:
                                           Usted y todos los hombres con quienes me he tropezado.

     En las novelas policíacas o de intriga, hay una serie de detectives que por sí solos han sido capaces de emerger del papel para tomar vida propia, igual que el hombre, dicen, salió de la tierra, de un trozo de barro de la mano de dios. Sin lugar a dudas, el más popular de los detectives es el célebre Sherlock Holmes, tanto que sus contemporáneos le creyeron de carne y hueso, y cuando el bueno de su creador, el inefable sir Conan Doyle se lo liquidó, hastiado de su propia criatura, le llovieron las protestas y poco después tuvo que resucitarle.

   A mi juicio, Philip Marlowe es el detective moderno por antonomasia, encarnado en la persona de Humprey Bogart. Marlowe es, como él mismo se define en El sueño eterno, “...Un tipo solitario... He estado en la cárcel más de una vez, y no me ocupo de divorcios. Me gustan las mujeres, la bebida y el ajedrez... Si alguna vez llegan a dejarme tieso en alguna callejuela oscura, nadie, ni hombre ni mujer, sentirá que ha desaparecido el motivo y fundamento de su vida”. 

     Marlowe es, en apariencia, un cínico que dice actuar en exclusiva defensa de sus propio pecunio, pese a que su minuta no es excesiva (“veinticinco dólares diarios, más gastos de gasolina”), y, sin embargo, acaba siempre defendiendo intereses ajenos y renunciando a la remuneración que razonablemente le correspondería, cual quijote, moderno caballero de la triste figura. En “El largo adiós”, para mi gusto su mejor obra, Marlowe sufre persecución policial acusado de complicidad en el asesinato de Sylvia Lennox, y todo por proteger a su amigo Terry Lennox, al que conoció tiempo atrás borracho y sin un céntimo en los bolsillos. Pues, por encima de cualquier otro calificativo que podamos ponerle, Philip Marlowe nos atrae porque, pese a su aparente dureza, solo es un perdido sentimental, además de un tipo honrado.

     Raymond Chandler, (Chicago 1888 - California 1959), de cuya muerte se cumplen en este mes de marzo cincuenta y cinco años, poseía una sólida formación literaria fruto de sus estudios en Inglaterra donde fue a vivir con un familiar. Aunque al comienzo, intentara imitar el estilo de su compatriota, y creador de la novela negra, Dashiell Hammett, el estilo de Chandler es diferente: conciso, irónico, cáustico, con enunciados axiomáticos (“Los cadáveres pesan más que los corazones destrozados”, o esta otra: “Nunca conocí a un tipo listo, ninguno que fuera listo hasta el final...”, le confiesa la secretaria de un mafioso).

     Chandler es uno de los primeros representantes, junto con Hammett, de la novela policíaca social. Sus historias no tienen como único fin divertir sino que en el fondo hay una intensa crítica social. Él mismo dice que en sus novelas "habla de un mundo en el que unos bandidos pueden gobernar naciones y casi gobiernan ciudades; en el que los hoteles, los edificios de apartamentos, los restaurantes famosos están en manos de hombres que han hecho su fortuna en los prostíbulos. Un mundo donde un juez, cuya bodega está repleta de licores puede condenar a un hombre por tener una botella en el bolsillo..." (¿Nos suena esta música?)

     La plasticidad en las descripciones de Chandler es maravillosa. En El largo adiós, describe así la llegada de una de las protagonistas:
“El anciano camarero se acercó y examinó con indulgencia mi whisky con agua. Le hice un gesto negativo con la cabeza, asintió con un movimiento de la blanca pelambrera y precisamente en aquel momento entró en el bar un sueño. Por un instante me pareció que cesaban todos los ruidos, que los tipos a la última dejaban de competir y que el borracho del taburete detenía su parloteo, y fue exactamente como cuando el director de una orquesta da unos golpecitos en el atril con la batuta, alza los brazos y los inmoviliza en el aire”.

     Aparte de El sueño eterno y El largo adiós, otras obras suyas son: Adiós muñeca, La ventana siniestra, La dama del lago, La hermana pequeña. Todas sus obras fueron llevadas al cine o la televisión. También participó en los guiones de “Doble identidad” (dirigida por Billy Wilder), del escritor James M. Cain o “Extraños en un tren” (dirigida por A. Hitchcock) basada en la obra de Patricia Highsmigth.

     Por cierto que el escritor irlandés John Banville, que firma sus obras de género negro como Benjamin Blake, ha publicado recientemente La rubia de ojos negros, en la que este autor recupera al detective Marlowe, al parecer por encargo de la propia familia Chandler. Habrá que leerlo. Aunque toda  comparación pueda parecer odiosa, en este caso, será justa y necesaria.