Para
un amante de la novela policíaca, como lo es un servidor,
encontrarse en Edimburgo y no hablar del creador de Sherlock Holmes,
el más famoso, mítico y universal de todos los detectives, sería
una falta imperdonable.
Porque
Arthur Conan Doyle nació en la calle Picardy Place, en Edimburgo en
el año 1859. Hijo de una modesta familia, él y sus ocho hermanos
pasaron graves estrecheces debido, principalmente, a la dependencia
crónica al alcohol de su progenitor, que tiempo después murió en
un manicomio. Sin embargo, no parece que este hecho influyera
demasiado en su vida.
Con quien sí tuvo una relación muy especial
fue con su madre, María Doyle, por la que sentía auténtica
devoción, visitaba con asiduidad y escribía comentándole
sus aventuras y desventuras.
En
la Universidad de Edimburgo, estudia medicina. Allí conoce a otros
compañeros que a la larga serían como él hombres ilustres (James
Barrie y Robert Louis Stevenson, entre otros), pero quien realmente
deja una gran influencia en el joven Arthur es uno de sus profesores,
el médico y precursor de la medicina forense Joseph Bell, un
auténtico maestro en la observación, la lógica, la deducción y el
diagnóstico, cualidades que aplica de forma magistral al que poco
tiempo después sería famoso detective.
No me resisto a transcribir
unos párrafos de El perro de los Baskerville, en
los que podemos apreciar las capacidades enunciadas anteriormente.
Sherlock Holmes discute en este capítulo con su ayudante Watson
sobre las características de un bastón dejado por un supuesto
cliente, un médico, al que ninguno de los dos conoce:
“―Hay
mucho más, mi querido Watson. Por mi parte, opino que es más
probable que se haga un regalo a un médico en un hospital que en una
sociedad, y cuando las iniciales C.C. se hallan colocadas ante una
H., recuerda uno al Charing Cross Hospital.
―Es
posible que tenga usted razón.
―Por
lo menos es probable. Si tomamos esto como hipótesis para
investigar, tenemos otra base en que apoyarnos, a fin de reconstruir
a nuestro incógnito visitante... Creo que podemos sacar algo más....
El médico no ha podido pertenecer al cuerpo oficial de sanidad del
hospital, porque solo les está permitido a los que tienen asegurada
una clientela en Londres, y teniéndola él, no la abandonaría para
ir a provincias. En este caso, ¿qué situación era la de Mortimer
allí? Estando en el hospital y no perteneciendo al cuerpo médico,
solo puede haber sido cirujano interno o médico de familia; en fin,
poco más que practicante. Salió del cuerpo hace cinco años, según
la fecha grabada en la faja del bastón. De manera que el facultativo
de cierta edad se desvanece, amigo Watson, y en su lugar aparece un
joven de menos de treinta años de edad, amable, poco ambicioso y
distraído, dueño de un perro que, para describirlo brevemente,
diría que es mayor que un ratonero y más pequeño que mastín.
No pude menos que reírme, mostrando
cierta incredulidad al oír esto, mientras Sherlock Holmes, reclinado
en el sofá, lanzaba al aire ondulantes nubecillas de humo.”
Fue
en 1886 cuando el rey de la lógica vio la luz por primera vez junto
a su inseparable Watson, el narrador de sus historias y que, a la
vez, parece un retrato del propio Conan Doyle, mientras que su
admirado maestro parece un calco, también en lo físico, del doctor
Bell. La revista The Strand ofrece
a Arthur Conan una sustanciosa suma de dinero para publicar en
exclusiva la saga del detective.
Arthur
Conan Doyle fue prolífico autor que cultivó también con destreza
otros géneros literarios. Sin profundizar en ellos, baste recordar
las obras de ciencia ficción que tienen como protagonista al
profesor Challenger: El mundo perdido, La zona ponzoñosa,
La máquina desintegradora...
Sin
embargo, en poco tiempo el detective sepultó bajo su fama al resto
de obras.del joven y ya prestigioso autor. Pero, al igual que ha
ocurrido en otras ocasiones, a los siete años de la creación de
Sherlock Holmes, el escritor se cansa de su personaje y decide
matarlo. Su madre, a la que había confiado tal decisión, trata de
disuadirle de su error sin conseguirlo. Así que se publicó El
problema final, una
historia que transcurre en Suiza y donde el héroe muere a manos del
malvado profesor Moriarty.
Con
la muerte del detective, también estuvo a punto de morir la revista
The Strand,
que publicaba sus historias y que perdió 20.000 suscriptores que
decidieron darse de baja. Las presiones de los lectores cuyas
cartas llegaban por miles al 221 de Baker Street, (domicilio del
detective) y que iban desde las súplicas más lastimeras a los
insultos y las amenazas más terribles, que consideraron un luto
nacional la muerte del prestigioso detective (llevaban crespones
negros en la manga en señal de duelo) y, sobre todo, las penurias
económicas por las que pasó el autor, hicieron que tres años más
tarde continuara escribiendo las aventuras del mítico personaje...,
naturalmente, ocurridas con anterioridad a su temprana muerte.
El caso es que analizando a Sherlock
Holmes no parece un personaje que inspire demasiadas simpatías, tal
cual le retrata el propio autor:
“Su
estatura sobrepasaba los seis pies, y era tan extraordinariamente
enjuto, que producía la impresión de ser aún más alto. Tenía la
mirada aguda y penetrante, [...] y su nariz, fina y aguileña, daba
al conjunto de sus facciones un aire de viveza y de resolución.”
Es
un tanto misógino, no suele hablar bien de las mujeres, egocéntrico,
presuntuoso en extremo, soberbio, consumidor de cocaína... Por
contra, es sumamente ordenado en sus planteamientos lógicos, culto
(domina enormidad de materias, en especial la Química), excelente
deportista (artes marciales, boxeo y esgrima), buen actor que hace un
hábil uso de los disfraces para seguir a sospechosos, excelente
violinista..., y así, un sinfín de cualidades.
Arthur
Conan Doyle escribió sobre el famoso detective un total de cuatro
novelas y cincuenta y seis relatos agrupados en varios tomos. Las
novelas son: Estudio en Escarlata, El signo de los cuatro, El
perro de los Basquerville y El valle del terror.
En
1902, Conan Doyle es nombrado Caballero del Imperio Británico con el
título de Sir.
Sherlock
Holmes ha sido llevado numerosas veces al teatro, al cine, la radio,
los cómics, dibujos animados, la televisión... A lo largo de los
años se ha convertido en un icono popular en todo el mundo hasta el
punto de que en encuestas realizadas en distintos países está
considerado como un personaje de carne y hueso, como si realmente
hubiera existido, vamos.
Para
subrayar más este hecho, la casa donde Arthur Conan Doyle
situaba el domicilio del detective en Londres, (el 221 de Baker
Street) fue comprada por la ciudad y convertida en museo. El museo de
Sherlock Holmes, por supuesto, querido Watson.