jueves, 24 de abril de 2014

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN (III)
TATUAJE


          “Era hermoso y rubio como la cerveza,
el pecho tatuado con un corazón,
en su voz amarga había la tristeza
doliente y cansada del acordeón.”
                                          (“Tatuaje”, canción de Rafael de León).

     En una playa de Barcelona aparece flotando el cadáver de un hombre joven con la cara comida por los peces y un tatuaje en la paletilla con la frase: “He nacido para revolucionar el infierno”.

     Así comienza Tatuaje, la segunda de la serie de aventuras del detective Pepe Carvalho, que recibirá el encargo de averiguar la identidad del muerto.
         
    Tatuaje no es, ni mucho menos, la mejor novela de Vázquez Montalbán. El propio autor explica que “Tatuaje nació casi como una broma. Fue una apuesta que hice con gente vinculada a "Libros de la frontera", me encerré quince días fuera de Barcelona y escribí la novela. Fue una "boutade", un experimento. No me pareció satisfactorio, pero sí interesante, y luego ya hice La soledad del manager, con más convencimiento, y esta, Al Sur (Los mares del Sur) totalmente convencido de que tiene sentido”.
    "Teresa sudaba. Le brillaban los regueros de agua por el cuello, se le humedecían los senos contenidos por el mínimo sujetador que les daba una consistencia de fruta sedosa, nocturna y caliente. La voz le salió algo estrangulada:
-Si te pones menos truculento, te lo contaré".
     Tatuaje no fue, precisamente, un éxito editorial. Sin embargo, resulta interesante acercarse a los orígenes para ir viendo la evolución del personaje a lo largo de sus veinte años de existencia literaria, la aparición de los secundarios y los diversos tics del detective.

     En Tatuaje aparece por primera vez la Charo, la mujer con la que Carvalho tendrá una relación sentimental difícil, más por el carácter de él que por la profesión de ambos, en especial la de ella, que no se cansa de repetir por ahí dos versiones encontradas de su modo de vida: una, que no es una puta; y en otras, admitiéndolo a las claras: ”Sí, una puta pero cara, de teléfono”. Y el Bromuro, limpiabotas tan facha como pobre diablo que repite sin cesar a quien tenga la paciencia de escucharle, que “desde hace cuarenta años nos meten bromuro en el pan y en el agua para que no nos empalmemos y no vayamos por ahí jodiendo como locos”. Aún falta para que aparezca el ayudante de Carvalho, su sombra, Biscúter. Eso será más adelante, en otra aventura. Pero en esta, en Tatuaje, ya aparece el Carvalho gastrónomo capaz de pasar medio capítulo explicándonos paso a paso la elaboración de una caldeirada de langostinos y rape, y el otro medio qué vino debemos elegir para que acompañe debidamente al plato (sin embargo, para la peculiar filosofía del sibarita detective, “los buenos placeres siempre están en la memoria”). Y también en esta aventura, en Tatuaje, Carvalho se destapa con sus bufonadas culturales, con la quema de libros: le ha tocado salir de la estantería para ir a parar al fuego purificador a la España como problema, de Laín Entralgo (“con impaciencia porque la fogata brotara y el libro se convirtiera en un montón de palabras olvidadas”), y nada menos que  a El Quijote, “una obra a la que guardaba cierta manía sintiendo un deleite previo por el simple hecho de ir a sacrificarla”.

     La novela fue llevada al cine en 1976, dirigida por Bigas Luna, con guión del propio Vázquez Montalbán y como protagonista, un exagerado Carlos Ballesteros. Le acompañaba en el papel de Charo, la guapísima Pilar Velázquez, y en el de Teresa Marsé, la atractiva Mónica Randal. La película, como la novela, pasó sin pena ni gloria.

     Pero en las aventuras de Carvalho siempre hay un vínculo cultural, un recuerdo de sus años infantiles, que son los de su autor: un cómic, una película, un programa de radio.... En esta, a lo largo de toda la novela discurre la pegadiza melodía de Tatuaje, de Concha Piquer (“la tarareó, primero vacilando, después ya más seguro, con la ayuda de Bromuro. El limpiabotas la cantaba aflamencada y la canción era una tonadilla. Carvalho le dejó cantar...”

                                                                  "Escúchame marinero y dime:
                                                                  ¿qué sabes de él?
                                                                   Era gallardo y altanero
                                                                   y era más rubio que la miel..."

2 comentarios:

  1. Bonito comentario, amigo. Muy bien hilvanado todo el texto con la canción y el vídeo de la Concha Piquer.

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    1. Mis disculpas por mi tardanza en responder a tu elogioso comentario sobre esta entrada del blog. Se me ha pasado, lo siento. He intentado que, como en la novela de M. Vázquez Montalbán, la canción de la Piquer fuera el hilo conductor de todo el texto. Creo que no ha quedado mal. A ti, gracias por reconocerlo y solicitarte que, si lo estimas oportuno, en tu próximo comentario no se te olvide poner tu nombre.

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